martes, 31 de marzo de 2020

Día Vigesimoséptimo


Oración Inicial (Papa León XIII)

U: En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo

T: Amén

U: A Ti bienaventurado José

T: recurrimos en nuestra tribulación, y después de haber implorado el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Por la caridad que te unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal con que abrazaste al Niño Jesús, te suplicamos que mires con ojos benignos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorras con tu poder en nuestras necesidades.

Protege, providente custodio de la Divina Familia a la descendencia elegida de Jesucristo; presérvanos, Padre amadísimo, de todo contagio de error y corrupción.

Poderosísimo libertador nuestro, muéstratenos propicio y asístenos desde el cielo en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas, y del mismo modo que en otro tiempo libraste del peligro de la muerte al Niño Jesús, defiende ahora a la Santa Iglesia de Dios contra las asechanzas del enemigo y contra toda adversidad.

Ampara a cada uno de nosotros con tu perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo tus ejemplos y sostenidos con tu auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén.


Meditación del día

A ti acudo humildemente, piadosísimo San José; a ti acudo yo, miserable pecador. No me desampares; antes bien, recíbeme bajo tu poderosa protección. Puesto que Dios, como dice Santa Teresa de Jesús, te nombró su ministro y tesorero universal para alivio y consuelo de todas las almas, sean cuales fueren sus necesidades, de ti espero confiado el remedio de todas las mías, que son muchas y muy graves. Recíbeme y consuélame con la bondad y compasión con que el José de la ley antigua recibió y consoló a sus desgraciados hermanos, hambrientos y desvalidos en tierra extraña. Yo también, como ellos, llevo sobre mi cabeza la maldición de mi Padre Celestial, porque, como ellos, he vendido y entregado a la muerte a su Hijo muy amado Jesús, no por treinta monedas, sino por un mísero placer. Sé mi padre y protector, como aquél José lo fue de sus desgraciados hermanos, y sacia el hambre de gracia que me consume por haberme separado de mi Dios por el pecado. Alivia mis necesidades con los tesoros puestos en tus manos por el Rey de la gloria, para que vuelva a su compañía esta su hija querida, mi alma, hecha esclava del demonio por el pecado. Tú, que eres el consuelo de los pecadores, consuela a éste que se pone humildemente bajo tu protección.

¡San José! Ilumíname en las tinieblas de este mundo, dirige mis pasos y apártame de la perdición. Amén.


Luego de una breve reflexión, se reza lo siguiente:


Oración final para cada día

U: Glorioso Patriarca San José,

T: cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en nuestra ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles que te encomendamos, a fin de que tengan una feliz solución.

(Hacer la petición)

U: Nuestro bien amado Padre,

T: toda nuestra confianza está puesta en ti. Que no se diga que te hemos invocado en vano. Y puesto que tú puedes todo ante Jesús y María, muéstranos que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén.


Jaculatorias finales

U: Jesús, José y María
T: Os doy el corazón y el alma mía.

U: Jesús, José y María
T: Asistidme en mi última agonía.

U: Jesús, José y María
T: Expire en paz con vosotros el alma mía.

U: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
T: Amén.


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