martes, 31 de marzo de 2020

Día Decimosegundo


Oración Inicial (Papa León XIII)

U: En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo

T: Amén

U: A Ti bienaventurado José

T: recurrimos en nuestra tribulación, y después de haber implorado el auxilio de tu Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio.

Por la caridad que te unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios, y por el amor paternal con que abrazaste al Niño Jesús, te suplicamos que mires con ojos benignos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre y que nos socorras con tu poder en nuestras necesidades.

Protege, providente custodio de la Divina Familia a la descendencia elegida de Jesucristo; presérvanos, Padre amadísimo, de todo contagio de error y corrupción.

Poderosísimo libertador nuestro, muéstratenos propicio y asístenos desde el cielo en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas, y del mismo modo que en otro tiempo libraste del peligro de la muerte al Niño Jesús, defiende ahora a la Santa Iglesia de Dios contra las asechanzas del enemigo y contra toda adversidad.

Ampara a cada uno de nosotros con tu perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo tus ejemplos y sostenidos con tu auxilio, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén.


Meditación del día

¡Bienaventurado Patriarca San José! En ti, después de Jesús y de María, pongo toda mi confianza. Acude, bondadoso, en mi auxilio y alcánzame docilidad de corazón, sin la cual me esforzaré en vano para resistir a los enemigos de mi alma. Esclavo de mi propia voluntad, tantas veces me rebelo contra la voluntad del Señor. Dócil a mis propios deseos y apetitos, me resisto neciamente a las inspiraciones del cielo, que me llaman al cumplimiento del deber. Lejos de tener aquella docilidad de corazón que tanto resplandece en ti y que te elevó sobre todos los hombres; lejos de ponerme, como Samuel, en manos del Señor y decirle: “Habla, Señor, que tu siervo escucha; manda y serás prontamente obedecido”, cierro, como un insensato, mis oídos a la voz de Dios y a las inspiraciones de las gracia, desobedeciendo a la ley divina y a las insinuaciones de mi propia conciencia, para seguir ciegamente las máximas del demonio, las vanidades del mundo y los movimientos de la carne, que me arrastran hacia las llamas del infierno.

Compadécete de mi flaqueza, y no me abandones a mis crueles enemigos. Pide al bondadoso Jesús que me dé un corazón dócil y obediente, un corazón semejante al suyo, para que, siguiendo fielmente las inspiraciones de la gracia y triunfando de mi obstinación, me haga como tú, San José, digno de Dios y de sus eternas recompensas.

Glorioso San José, en ti tengo puesta mi confianza. Amén.


Luego de una breve reflexión, se reza lo siguiente:


Oración final para cada día

U: Glorioso Patriarca San José,

T: cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en nuestra ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles que te encomendamos, a fin de que tengan una feliz solución.

(Hacer la petición)

U: Nuestro bien amado Padre,

T: toda nuestra confianza está puesta en ti. Que no se diga que te hemos invocado en vano. Y puesto que tú puedes todo ante Jesús y María, muéstranos que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén.


Jaculatorias finales

U: Jesús, José y María
T: Os doy el corazón y el alma mía.

U: Jesús, José y María
T: Asistidme en mi última agonía.

U: Jesús, José y María
T: Expire en paz con vosotros el alma mía.

U: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
T: Amén.


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